viernes, 9 de septiembre de 2005

Demian

Demian por Hermann Hesse

¿Quién no ha leído en los años mozos, con el corazón apretado, la historia de Emile Sinclair? Ese “poema en prosa” como dijo Thomas Mann...

¿Quién no se ha sentido identificado cuando el pequeño Emile dice, al comenzar el texto: “Quería tan sólo intentar vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?”

“Demian” es una obra que todo joven debe leer. Y los adultos releer. Es una obra, como todas las del viejo y querido Hermann Hesse, que sorprende, porque en cada nueva lectura encontramos nuevos significados.

La sola Introducción, de página y media, es una macisa postura vital.

“Para contar mi historia he de empezar muy atrás. Si me fuera posible, debería retroceder aún mucho más, hasta los primeros años de mi infancia e incluso más allá, en la lejanía de mi ascendencia.

Los poetas, cuando escriben novelas, suelen hacer como si fueran Dios mismo y pudieran abarcar con su mirada toda una historia humana, comprenderla y exponerla como si Dios mismo la relatase, sin velo ninguno, revelando en todo momento su más íntima esencia. Yo no puedo hacerlo así, como tampoco los poetas. Pero mi historia me es más importante que a cualquier poeta la suya, pues es la mía propia y es la historia de un hombre –no la de un hombre inventado, posible o inexistente en cualquier forma, sino la de un hombre real, único y vivo-. Hoy se sabe menos que nunca lo que es eso, lo que es un hombre realmente vivo, y se lleva a morir bajo el fuego a millares de hombres, cada uno de los cuales es un ensayo único y precioso de la naturaleza...”



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